domingo, 20 de enero de 2013

Poeta Mario Alviz

"El del barro"

A Juan Carlos Céspedes

"El del barro", así lo llamaban. Lo recuerdo como un alfarero de edad indefinida que contaba leyendas donde héroes y villanos giraban alrededor de su universo de barro.
Muchas veces fui a verlo trabajar. De aquellos días conservo en mi memoria, sus manos como escarabajos hambrientos escarbando el suelo rojizo de la loma y moldear docenas de esferas blandas que luego transportaba al patio de su casa.

En ese largo patio de cercas desportilladas, escribía historias y canciones sobre la aún tierna piel de sus cántaros y múcuras. También fabricaba pitos de sonidos ancestrales en forma de palomitas de colores que un día se alejaban para regresar quebradas en las manos llorosas de algún niño.

Me habló de unos hombres que fabricaban objetos de metal más hermosos que los suyos "eran los fundidores -explicó- pero luego aparecieron los siniestros estatueros que transformaron al héroe junto con su espada, sus botas y su caballo en una de sus creaciones de bronce, solo porque pasaba cabalgando día y noche de las montañas al llano.
Le evaporaron el alma en mi propio barro y fabricaron miles de copias para ser erigidas en cada uno de los parques tristes y plazoletas polvorientas de todo el país..."

El alfarero hizo un alto en su narración, acarició mis cabellos con sus dedos largos, me miró a los ojos como buscando en ellos la inocencia de mis siete años y continuó: "Ahora el héroe tiene la indiferencia del metal. No intimida ni a las palomas que buscan su cabeza y los pliegues de su capa para depositar sus deyecciones, mientras que cientos de hojas secas se arremolinan a su alrededor, barridas solo por el viento de las tardes..."


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